ACCT 1398 Lecture Notes - Lecture 15: Debe, A.C.A.B., Jato
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Las tres hijas del rey
Autor:
Erase un poderoso rey que tenía tres hermosas hijas, de las que estaba orgulloso, pero
ninguna podía competir en encanto con la menor, a la que él amaba más que a ninguna.
Las tres estaban prometidas con otros tantos príncipes y eran felices.
Un día, sintiendo que las fuerzas le faltaban, el monarca convocó a toda la corte, sus
hijas y sus prometidos.
-Os he reunido porque me siento viejo y quisiera abdicar. He pensado dividir mi reino
en tres partes, una para cada princesa. Yo viviré una temporada en casa de cada una de
mis hijas, conservando a mi lado cien caballeros. Eso sí, no dividiré mi reino en tres
partes iguales sino proporcionales al cariño que mis hijas sientan por mí.
Se hizo un gran silencio. El rey preguntó a la mayor:
¿Cuánto me quieres, hija mía?
-Más que a mi propia vida, padre. Ven a vivir conmigo y yo te cuidaré.
-Yo te quiero más que a nadie del mundo -dijo la segunda.
La tercera, tímidamente y sin levantar los ojos del suelo, murmuró:
-Te quiero como un hijo debe querer a un padre y te necesito como los alimentos
necesitan la sal.
El rey montó en cólera, porque estaba decepcionado.
- Sólo eso? Pues bien, dividiré mi reino entre tus dos hermanas y tú no recibirás nada.
En aquel mismo instante, el prometido de la menor de las princesas salió en silencio del
salón para no volver; sin duda pensó que no le convenía novia tan pobre.
Las dos princesas mayores afearon a la menor su conducta.
-Yo no sé expresarme bien, pero amo a nuestro padre tanto como vosotras -se defendió
la pequeña, con lágrimas en los ojos-. Y bien contentas podéis estar, pues ambicionabais
un hermoso reino y vais a poseerlo.
Las mayores se reían de ella y el rey, apesadumbrado, la arrojó de palacio porque su
vista le hacía daño.
La princesa, sorbiéndose las lágrimas, se fue sin llevar más que lo que el monarca le
había autorizado: un vestido para diario, otro de fiesta y su traje de boda. Y así empezó
a caminar por el mundo. Anda que te andarás, llegó a la orilla de un lago junto al que se
balanceaban los juncos. El lago le devolvió su imagen, demasiado suntuosa para ser una
mendiga. Entonces pensó hacerse un traje de juncos y cubrir con él su vestido palaciego.
También se hizo una gorra del mismo material que ocultaba sus radiantes cabellos
rubios y la belleza de su rostro.
A partir de entonces, todos cuantos la veían la llamaban "Gorra de Junco".
Andando sin parar, acabó en las tierras del príncipe que fue su prometido. Allí supo que
el anciano monarca acababa de morir y que su hijo se había convertido en rey. Y supo
asimismo que el joven soberano estaba buscando esposa y que daba suntuosas fiestas
amenizadas por la música de los mejores trovadores.
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Erase un poderoso rey que ten a tres hermosas hijas, de las que estaba orgulloso, pero ninguna pod a competir en encanto con la menor, a la que l amaba m s que a ninguna. Las tres estaban prometidas con otros tantos pr ncipes y eran felices. Un d a, sintiendo que las fuerzas le faltaban, el monarca convoc a toda la corte, sus hijas y sus prometidos. Os he reunido porque me siento viejo y quisiera abdicar. He pensado dividir mi reino en tres partes, una para cada princesa. Yo vivir una temporada en casa de cada una de mis hijas, conservando a mi lado cien caballeros. Eso s , no dividir mi reino en tres partes iguales sino proporcionales al cari o que mis hijas sientan por m . Ven a vivir conmigo y yo te cuidar . Yo te quiero m s que a nadie del mundo -dijo la segunda.